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Como humano, como ciudadano, como amigo, como familiar, como profesional de las Emergencias Médicas Extrahospitalarias y Protección Civil, doy fe que a la gente en general no le importan sus hijos o las personas que aman, creen que los aman, pero las evidencias que son exageradas y concluyentes, aplastan el ignaro fervor. Tienes que perderlos para valorarlos, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y luego vienen las marchas, el activismo, los reclamos al gobierno, querer arreglar lo que debió hacerse días, semanas, meses o años atrás; y en pocos casos la resiliencia o sublimación psicológica ocurren como aceptación.
No quiero ofender a nadie pero son ejemplos por excelencia: ¿conocen a la señora Miranda de Wallace, al poeta Javier Sicilia, a los papás de los 43 de Ayotzinapa? Y como ellos puedo encontrar cientos de ejemplos mucho menos famosos. La señora Miranda y el señor Sicilia ¿hacían activismo antes de su tragedia, al menos con tanta fuerza y convicción? ¿Y los padres y madres de los 43 hacían marchas en contra de la violencia? Parece obligatorio que para aprender lecciones, debemos perder o sacrificar “lo más valioso” que poseemos. Si no pierdes lo que amas, no te pones las pilas, no cambias, no corriges, no mejoras; y hay peores casos, que ni con eso modifican su conducta, se resignan al fatal destino. ¿Te vas a esperar entonces a que muera tu hijo, tu mamá, tu amigo, tu esposo para prevenir? Si quiero cambiar o que las cosas mejoren tengo que ser hipócrita y dejar que muera mi hijo, mi novia, mi papá; ya luego hago marchas para repartir mi responsabilidad. La muerte, las heridas y las enfermedades son inevitables, pero podemos evitar muchas enfermedades, podemos retrasar la muerte, al menos que de nuestra parte no queden las medidas y acciones para la previsión familiar.
¿Conocen la Fundación de Michou y Mau y su fundadora? Sí, para los niños quedamos, es la señora Virginia Sendel que al perder a su hija y nieto en el incendio de su casa, instituyó su Asociación como consecuencia. En aquel entonces y aún hoy México no tiene lo mejor para atender personas quemadas, menos infantes. No estamos tampoco en la desgracia, sí tenemos buenos hospitales para Trauma y Quemados, pero no lo suficiente, y ella lo vivió con su nieto, de tal forma que con su Fundación ha ayudado cientos de niños quemados, y eso es bastante pero bastante caro, no pueden viajar en aviones comerciales hacia EEUU, como lo haría el presidente López Obrador, tiene que ser un avión ambulancia especial, en suma del tratamiento, y peor, no garantiza para nada que regresen a la normalidad. Son miles de dólares pasivos. ¿Creen que la señora siquiera se le hubiera ocurrido hacer esa Asociación sin su tragedia? Y aquí viene filosofía pura que deben razonar en familia o una borrachera, pues no es el momento ni el lugar para descifrar el enigma del destino o la predestinación. Si no hubieran muerto su hija y nieto, no habría Fundación, y por tanto esos cientos de niños quemados ya habrían muerto o estar en peores condiciones de las que están ahora. ¿Qué bueno que murió su nieta señora? ¡Wow! Tan solo de plantear esta hipócrita pregunta y cada que lo hago siento opresión en el pecho, pero ¿fue bueno que murieran o no? No contesten, no seamos hipócritas con ella. ¿Alguno de ustedes sacrificaría a sus hijos, nietos para hacer algo parecido? ¿Marchas, Fundaciones? Si la respuesta es “no”, y entonces qué han estado haciendo, ¿ya hicieron un plan de emergencias o contingencias para su familia? ¿Por qué esa antipatía y subestimación con los cursos de Primeros Auxilios, Contraincendios, Evacuación que les ofrece en su empresa? Si bien es cierto que la mayoría de patrones, directores y gerentes también lo hacen por obligación hipócrita para cumplir los mandatos constitucionales de los artículos 123 sobre el trabajo y el 4 sobre la obligación del Estado Mexicano de proteger la salud de los ciudadanos, o peor, porque un muy buen cliente con responsabilidad civil así lo exige, pero si te los ofrecen gratis, para qué rechazarlos. Y más cuando esas capacitaciones son las que precisamente te dan la previsión en tu casa. ¡A la chingada la empresa pues! No tomes pues esos cursos para la empresa, hazlo al menos por ti, ya el gobierno se los exigió, aprovecha. Lo que resta es que los colegas capacitadores hagan lo suyo y te den una buena capacitación y no como la mayoría, remedos de ellas; y que las autoridades de la Secretaría del Trabajo y Protección Civil vigilen que así sea. Pero creo que pido y espero demasiado.
Entonces ¿Existe el destino o no? ¿Debían morir esas personas para que los demás aprendamos la lección o tenemos que esperar a que mueran los nuestros? La ironía es que la mayoría de religiones y en un país mayoritariamente cristiano se les olvida que Dios sacrificó a su hijo para salvar a la humanidad. No daré clase de religiones, pero si no todas, la mayoría tienen dioses que se sacrificaron por los benditos humanos, aquí mismo en México prehispánico, Quetzalcóatl se sacrificó, allá en Eurasia fueron Mithras, Dionisios, Osiris, Prometeo; “nadie” está dispuesto a ofrecer sus hijos en prenda, que lo sufran otros, a pesar que la Divinidad misma lo inculca. No estamos dispuestos a perder lo que amamos, pero así sucederá por nuestra negligencia, si no lo pierdes, no lo valoras. Repito, la muerte y la enfermedad son inevitables, pero no morir ni enfermarse a lo tonto, eso sí lo podemos prevenir. Hacer planes familiares de Protección Civil, respetar las reglas de seguridad en el trabajo, procurar la higiene, las 3R del manejo de residuos o basura, las 5S del orden, limpieza del lugar de labores; lavarse los dientes, chequeos médicos, dentales, comer bien, dormir mejor, hacer ejercicio, practicar un deporte, vacunarse, etc. Parece mucho, y más cuando lo imponen, pero todo esto es simple y genuino amor, amor por sí mismo y hacia mi familia.
Los accidentes no existen, solo las pendejadas. Si no cumplimos las reglas de seguridad, los consejos de higiene, de seguridad vial, suceden los “accidentes”, para evitar la culpa. Nadie muere o lesiona por accidente, al menos no en materia de Protección Civil, Salud Laboral o Seguridad Vial, fue un (intento de) homicidio doloso o culposo, muerte imprudencial, muerte natural, impericias o negligencias, pero nunca, jamás, por “accidente”. Esa palabreja fue impuesta por leguleyos en las leyes del trabajo y del Seguro Social, pero no tiene sentido. En los códigos penales y civiles no existe la palabra “accidente”, pueden preguntarle a un gestor de trámites jurídicos (abogado, pues). “Murió por accidente por tres puñaladas en la espalda”, “por accidente se embarazó”, “por accidente se cortó la mano con la cierra”,… no hay “accidentes”, alguien no cumplió las medidas de seguridad, alguien no hizo el mantenimiento, alguien no uso su equipo de protección, alguien no recibió la capacitación necesaria, alguien no hizo… imagino que la palabra “accidente” es para liberar culpa tanto de los afectados como del propio gobierno, pero no. Ni siquiera los médicos usan la palabra “accidente” en sus diagnósticos*, “diabetes por accidente”, “amputación accidental”, “embarazo accidental”, “obesidad por accidente”.
Los accidentes en realidad son Emergencias y Enfermedades Incapacitantes, son las realidades que le importan al patrón, al gobierno y a la familia. En el caso de las Emergencias como “eventos emergentes trágicos”, son producto en la gran mayoría de los casos de dos sumandos: Una situación insegura + Una Acción Insegura. No por magia, no porque la muerte nos persiga (todo lo contrario), no porque un demonio, una bruja, un duende, un fantasma (que tampoco están en los códigos penales ni civiles) lo provocó, son los humanos y solo los humanos los que provocan sus funestas situaciones y solo los humanos las resuelven.
Ya para dejarlos ir, en resumen, los accidentes no existen, uno provoca por acción u omisión las tragedias, la muerte es inevitable, como las heridas y las enfermedades también, pero podemos retrasar la primera, y prever las segundas, al menos liberarnos de culpa y no quedar como hipócritas.